Es posible que los veas en tu trabajo, entre algunas de tus amistades y hasta en la misma familia. Son aquellos seres que parece que siempre están peleando contra todo y que, ante la más mínima crítica, reaccionan de una forma tan iracunda que parecen que van a explotar.
Cabe aclarar, sin embargo, que el enojo es una emoción humana totalmente normal y por lo general, saludable. Pero cuando se pierde el control o se vive en constante malestar, la emoción es destructiva y tóxica. Especialmente, cuando va acompañada de pensamientos de venganza, rencor y odio. Lo que a la larga, va a ocasionar problemas en el trabajo, en las relaciones personales y en la calidad de vida. Además de hacerte sentir como si estuvieras a merced de una emoción impredecible y poderosa.
Una situación que puede afectar tu calidad de vida y hasta tu salud, advierte el médico internista Carlos González Oppenheimer.
“Todo depende de cuán fuerte sea ese enojo y cuán seguido sea. Pero mantener un rencor muy grande y cultivar ese enojo, va a provocar que la persona no se alimente adecuadamente, no duerma bien y, a la larga va a causar descontrol de la presión cardiovascular, además de que va a dejar de atender otras posibles condiciones de salud”, señala el también catedrático de la Escuela de Medicina del Recinto de Ciencias Médicas, de la Universidad de Puerto Rico.
Además, cuando eso pasa hay un aumento en la segregación de sustancias como la adrenalina –un neurotransmisor que incrementa la frecuencia cardíaca, entre otras reacciones- y de cortisol, una hormona que en grandes cantidades causa obesidad y destruye masa muscular.
“Es bueno enojarse en ciertas situaciones, por ejemplo, cuando hay una injusticia. O cuando es una emoción transitoria. El problema surge cuando ese enojo es constante. Eso se asocia a conductas psiquiátricas que afectan todo el aparato de salud y causa que se vaya deteriorando”, advierte González Oppenheimer.
Es cuando pueden surgir síntomas como la hipertensión, úlceras, palpitaciones cardíacas aceleradas, insomnio, cansancio crónico y, finalmente, enfermedades cardíacas. Mientras que, psicológicamente, desmejora las relaciones afectivas, interfiere con la comunicación, causa sentimientos de culpa y hasta puede provocar depresión. Sin contar que, socialmente, también se va a afectar la imagen.
Efecto negativo
De hecho, cuando hay enojo o coraje, hay una respuesta psicológica y física de tensión, lo cual genera estrés y muchas veces también va acompañado de ansiedad, advierte el psicólogo clínico Luis Caraballo, profesor en el Departamento de Psiquiatría de la Escuela de Medicina del Recinto de Ciencias Médicas.
En ese sentido, resalta que eso afecta los músculos y estimula el sistema límbico del cerebro, un grupo de estructuras que dirigen las emociones y el comportamiento.
“Como se estimula el sistema límbico, donde se generan las emociones del ser humano, se afecta la capacidad de razonar y de auto control”, agrega el psicólogo, tras destacar que la gente que no puede controlar y manejar sus emociones va a tener problemas serios, tanto físicos como sociales.
Entre otras consecuencias, coincide en que el organismo produce una mayor cantidad de sustancias químicas, entre ellas la adrenalina y el cortisol, que alteran el funcionamiento normal del cuerpo. Y eso puede afectar el sistema inmunológico, provocar contracturas y dolores musculares o de cabeza y nos hace más vulnerables a algunas enfermedades, como gastritis, colitis y dermatitis, entre otras.
Según publica la American Psychological Association (APA), la forma natural e instintiva de expresar el enojo es responder de manera agresiva. Y destaca que se trata de una respuesta natural que se adapta a las amenazas e inspira sentimientos intensos “con frecuencia agresivos y conductas que nos permiten luchar y defendernos cuando nos sentimos atacados”. Por lo tanto, para sobrevivir es necesario un determinado grado de enojo.
Sin embargo, la organización médica aclara que no podemos atacar físicamente a cada persona u objeto que nos irrita o molesta. Más que nada, porque las leyes, las normas sociales y el sentido común imponen límites respecto de cuán lejos podemos permitir que nos lleve nuestro enojo. Y menciona que las tres reacciones principales son expresar, reprimir y calmarse.
Pero advierte que el enojo no expresado puede generar otros problemas. Por ejemplo, puede conducir a expresiones de ira patológica como por ejemplo, conducta pasiva-agresiva (desquitarse con las personas indirectamente, sin decirles el motivo, en lugar de hacerlo de frente) o una actitud cínica y hostil duradera.
“Las personas que están constantemente menospreciando a los demás, criticando todo y haciendo comentarios cínicos, no han aprendido a expresar su enojo de manera constructiva. No es sorprendente entonces, encontrar que éstas no tienen la probabilidad de establecer relaciones exitosas”, explica en su página APA.
Por último, indican que la persona puede calmarse interiormente. Esto significa no sólo controlar la conducta externa sino también controlar las respuestas internas, siguiendo los pasos para reducir el ritmo cardíaco, calmarse y dejar que los sentimientos pasen.
Canaliza la emoción
Según el doctor González Oppenheimer, buscar opciones para canalizar el enojo de forma saludable es una forma efectiva de lograr calmarse. Una de ellas es a través de ejercicios o de cualquier otra forma de actividad física o mental que ayude a convertir una emoción negativa en algo positivo.
“A eso se le llama canalización. Y puedes canalizar el enojo con ejercicios, corriendo, haciendo yoga, generando imágenes positivas y hasta contando hasta cien”, recomienda Caraballo.
Así que no es mala idea “sudar y botar” esos sentimientos de coraje a través de ejercicios o de cualquier otra forma de actividad ya sea física o mental.
Por ejemplo, mientras una persona se ejercita, por lo regular las pulsaciones por minuto (frecuencia cardiaca o número de latidos cardiacos por minuto) suben entre 122 y 158. Mientras que a una persona enojada le puede subir hasta 175 pulsaciones por minuto.
A esto se suma que cuando se hace ejercicios, el cerebro segrega endorfinas, hormonas conocidas como “del placer y el bienestar” que te ayudan a sentirte mejor y a tomar decisiones coherentes. De la misma forma, en el cerebro también hay un aumento de neurotransmisores como la dopamina y la serotonina que estimulan la relajación.
La yoga también es una disciplina que te puede ayudar a “soltar” la energía negativa del coraje. De hecho, se dice que a través de ella, se puede lograr ecuanimidad a través del ritmo de la respiración. Lo que también ayuda a tomar decisiones más acertadas y a no ser reactivos. En ese sentido, la yoga puede ser el medio para empezar soltar esa energía negativa que no le pertenece al cuerpo y a transformarla en energía positiva.
Por: Ileana Delgado Castro – www.elnuevodia.com