Imagine que, a los 18 años, escucha por primera vez el tono de su voz y el de todos los que le rodean.
Imagine que conocerá, en ese momento, cómo se escucha su mamá, sus hermanos. Esta es la experiencia de Tiffanny Ann Sierra Hernández.
Gracias a una operación que le realizaron el pasado 7 de agosto, la joven universitaria logró escuchar las inflexiones, el tono y el timbre peculiar de cada persona. Recibió un implante óseo integrado que le permitiría escuchar.
Tiffanny, quien nació con el síndrome Treacher Collins, se ha sometido a 25 operaciones, reveló con un aplomo Gloria Hernández Guzmán, madre de la joven. La mujer contó que su hija, la segunda y única fémina de tres hijos, soñaba con escuchar adecuadamente. El síndrome que padece Tiffanny es una enfermedad genética que incluye problemas en el rostro por cambios en uno de tres genes. Tiffanny nació sin orejas, sin el hueso de los pómulos y sin canales auditivos.
“Ella me decía ‘no escucho mami. Ella no sabía que las voces eran diferentes. Me decía ‘yo quiero aprender, no escucho al maestro. Quiero ser oyente’”, sostuvo.
Y gracias al implante podía escuchar como lo hace cualquiera, dijo el otorrinolaringólogo pediátrico, Carlos González Aquino, quien operó a Tiffanny.
Sostuvo que este tipo de operación permite que personas que nacen sin el canal del oído o con mal formaciones del oído medio puedan escuchar a través de un implante (imán) que se adhiere al cráneo en la parte trasera de una oreja. Se conoce como BAHA (Bone Anchored Hearing Aid), un aparato receptor y transmisor de sonido que se fija a través de una especie de tornillo osteointegrado al cráneo y transmite el sonido por vibración hacia el odio interno.
Tras esperar por un mes para que el implante se ajustara a su piel y su cráneo, Tiffanny escucharía. La timidez, el nerviosismo y sobre todo las emociones dominaron ese momento.
Con timidez y dejando escapar una carcajada, Tiffanny respondió con un “¿hello?” luego de que se le preguntara “¿oyes bien ahora, sientes alguna diferencia? habla, a ver cómo sientes tu voz”. Después, y a petición de una audióloga, dijo los números con una amplia sonrisa mientras sus ojos se llenaban de brillo producto del deseo de llorar que, sin embargo, logró contener. Se mantenía mirando a su mamá como si fuera el motor de su fortaleza.
Tras hacer el conteo de manera pausada hubo nuevas interrogantes para Tiffanny “¿te escuchaste?”. Más sonrisas llenaban el consultorio de González Aquino.
La operación fue posible gracias a la Fundación de Niños San Jorge, del Hospital San Jorge. Se trata de una organización sin fines de lucro que desde 1995 sufraga los gastos de tratamientos médicos de niños de 0 a 21 años provenientes de familias de escasos recursos económicos en Puerto Rico.
Las 25 operaciones de Tiffanny fueron viables a través de la fundación, dijo su mamá. Elpasado año la fundación ayudó a más de 1,600 niños y sus familias. De esa cantidad, hay 320 pacientes nuevos.
“La operación que le hicimos a Tiffanny es nueva a través de la fundación, es la primera de su clase que se hace a través de la fundación. (Ahora,) se la podemos ofrecer a otros pacientes con condiciones y malformaciones craneofaciales”, aclaró el galeno.
Ahora Tiffanny debía aprender a usar una aplicación de computadora, que mediante el BAHA le permitiría controlar el volumen, lo que puede escuchar y la gravedad de los sonidos.
Como si fuera un bebé dando sus primeros pasos, Tiffanny exploraba el sonido de su voz. Dijo los días de la semana, su nombre y su edad con mucha timidez. “No sé qué decir”, se le escuchó afirmar en un momento dado.
“Es normal que se sienta así. Todavía está nerviosa, pero luego se sueltan y hablan, hablan”, dijo el galeno.
Al preguntársele por la experiencia, la joven comenzó una nueva etapa en su vida: escuchar y escucharse.
“Me gustó mucho porque escucho mi voz. Es diferente. Antes no escuchaba. Es diferente (mi voz), cada persona. Yo escuchaba a mi mamá… pero le doy gracias a Dios primero porque trajeron a un doctor bien dulce, excelente doctor. Lo conozco desde que nací. Un proceso difícil y segundo, quiero agradecer a mi familia, a mami”, dijo cuando ya las lágrimas salieron de sus ojos y rápidamente abrazó a su mamá quien también lloraba.
La mamá de Tiffanny logró apartarla con cariño diciéndole “todo está bien”.
Sollozando Tiffanny se esforzó por decir el nombre de cada uno de los seres y entidades que la ayudaron económicamente para someterse a la operación. De inmediato, mencionó a su médico, a la Fundación de Niños San Jorge, a Francisco Arteaga, de la compañía Caribbean Project Management y al exrepresentante Héctor Ferrer. Todos contribuyeron económicamete para viabilizar el implante, que costó sobre $20,000.
Mencionó a sus dos hermanos, quienes no dejaban de enviar mensajes a su mamá para saber del status de su hermana, que quiere ser terapista ocupacional y está en su primer año universitario. “Estoy agradecida de tener personas como aliados y siento que estoy feliz, y yo sé que voy a salir pa’ lante y no tengo problemas”, afirmó llorando y con cierta dificultad para pronunciar algunas letras puesto que para una persona sorda, aun con terapia del habla, es difícil aprender la pronunciación correcta de cada letra.
En Puerto Rico no hay estadísticas sobre la cantidad de personas que padecen condiciones de esta naturaleza y que requieran un implante BAHA, dijo González Aquino. Pero a nivel mundial, 275 millones de personas sufren alguna discapacidad auditiva, según la Organización Mundial de la Salud.
“En el caso de Tiffanny, el oído externo (la oreja) no se desarrolló y el oído medio no se desarrolló correctamente, pero el oído interno, donde está la cóclea y el nervio sí se desarrollaron de manera normal. Así que lo que hace el implante es que pasa el sonido directo a la cóclea, que permite escuchar”, explicó.
“Ella tenía un audífono sobre la piel. Podía escuchar palabras. No oía las inflexiones. Ahora, ella nota que la voz de la mamá es diferente a la mía. Ella entendía las palabras, pero ahora tiene inflexiones, distintos tonos. Puede entrar a un ‘mall’ y escuchar el bullicio”, agregó González Aquino sonriendo en evidente complicidad con su paciente.
De esos cambios estaba muy consciente la mamá de Tiffanny.
“Van a haber muchos cambios. Fueron 18 años de espera y no es fácil. Pero cuando te dicen que tienes un hijo sordo pues ves la vida de otra manera. Buscas ayuda, (te preguntas) cómo te vas a comunicar con esa persona. Tú no le dices nada al niño, pero dices cómo lo va a lograr. Va a ser bien difícil, pero vamos a ayudarlo”, dijo entre lágrimas.
“Ahora veo que va a ser más independiente. La veo segura, su cara fue wao (al escuchar). Que mucho sacrificio, pero de bendición. Todavía falta un camino por recorrer, pero sé que esto va a ser para bien. Mi hija me dijo esta mañana ‘nazco de nuevo”, agregó la mujer quien aprendió lenguaje de señas para comunicarse con su hija previo a la operación.
Por: Gloria Ruiz Kuilan – elnuevodia.com