La leptospirosis es una enfermedad de origen bacteriano que entra en la clasificación de infecciones causadas por animales, y es particularmente estudiada en la especialidad de la zoonosis. La leptospirosis se transmite, principalmente, a través de animales que suelen estar cerca de los humanos, y que también, como es el caso de ratones, surgen cuando hay acumulación de basura, y particularmente, cuando hay aguas estancadas.
Esta enfermedad es de origen tropical, cuyos síntomas tienden a asemejarse al dengue.
La doctora Enid García Rivera, catedrática del Recinto de Ciencias Médicas (RCM) de la Universidad de Puerto Rico, señala que “la bacteria que causa esta infección (la leptospira) se transmite, principalmente, de ratones, ratas, perros, caballos y animales infectados en general, a humanos”.
El contacto directo con la orina de estos animales es lo que produce que la persona se infecte, particularmente si la persona tiene una vía de entrada de la bacteria al organismo mediante piel, o también a través de la mucosa, explicó la epidemióloga.
En el caso de la piel, lo más usual es que penetre al organismo valiéndose de la entrada a una herida. La persona puede contagiarse mediante un contacto directo con agua, tierra o comida contaminada con orina de animal. Tomar agua contaminada también coloca a una persona a riesgo. La enfermedad puede aumentar su surgimiento en épocas de inundaciones, según el Centro para el Control y Detección de Enfermedades (CDC). Raras veces se transmite de humano a humano.
La leptospirosis cursa con “fiebre, malestar, vómitos y dolor de cabeza, y es muy similar al dengue en cuanto a la sintomatología”, informó la especialista en medicina de familia.
“Las personas pueden padecer su manifestación más leve y no presentar síntomas severos. Un 10 por ciento de las personas que se contagian con leptospirosis la padecen en su manifestación más severa. Se trata de una segunda fase más agresiva donde puede surgir el daño a los riñones, hígado, meningitis y piel amarilla (ictericia). Esa fase es bien seria, y entre un cinco a un 20 por ciento de sus pacientes pueden fallecer”, señaló.
Afortunadamente, la mayor parte de las veces se padece en su manifestación menos agresiva.
“El paciente severo, generalmente, es uno con muchas condiciones de salud iniciales, por lo que es importante buscar evaluación médica, ya que es difícil diferenciar esta infección de otras de origen tropical”, sostuvo García Rivera.
Ese diagnóstico diferencial se dificulta más todavía en la manifestación menos severa, ya que sus síntomas son comunes a otras muchas enfermedades.
Para diagnosticar la leptospirosis se hacen análisis de sangre para evaluar los niveles de glóbulos blancos y plaquetas, se llevan a cabo pruebas de orinas y otras pruebas específicas que buscan anticuerpos de la bacteria en sangre.
“La diferencia entre muchas enfermedades que conocemos como el dengue, la influenza y el chikungunya es que para tratar la leptospirosis se cuenta con unos antibióticos que, mientras más temprano se apliquen, más acertada es la prevención de complicaciones”, afirmó la doctora.
Por tratarse de una enfermedad de origen bacteriano, la misma es tratada comúnmente con antibióticos como la penicilina y la doxiciclina. En los pacientes severos estos antibióticos son aplicados de forma intravenosa, acompañado de un tratamiento más agresivo que requiere la hospitalización.
Cuando la persona padece de leptosipirosis queda inmunizada. Esto significa que “desarrolla anticuerpos que lo protegen contra una segunda infección”.
Si el tratamiento se lleva a cabo a tiempo, los síntomas pueden cesar en espacio de una semana, pero cuando surgen las complicaciones asociadas el periodo de enfermedad, se prolonga debido a su potencial para causar fallo renal, daño hepático e, incluso, hemorragias pulmonares. Su manifestación más leve es tratada, por lo general, por un médico de cabecera o de familia. En las complicaciones se requiere la intervención de especialistas.
El contagio con la leptospira se puede prevenir mediante la educación.
“Es una condición de salud que existe en Puerto Rico, incluso, ha habido epidemias”, señaló García Rivera.
La epidemióloga sugirió las siguientes prácticas para su prevención:
– Evitar que se acumule agua en exteriores en el hogar o cercanos.
– Procurar que no se acumule basura, lo cual atrae a los ratones.
– Cuando hay lluvias fuertes o inundaciones, no se debe tener contacto con las aguas estancadas o alcantarillas.
– Los lugares donde se acumulan charcos es preferible cruzarlos con zapatos cerrados o botas.
– Lavarse las manos es una práctica preventiva esencial ya que si se está tocando los desperdicios del animal, es fácil el contagio, y afirmó la especialista que muchos animales infectados no presentan síntomas.